Cuando se anunció este juego, se armó un circo digno de los tiempos de Doom. A día de hoy, con los videojuegos en las puertas de conformar una cultura propia, me pareció increíble que se reabriera el debate (y con esto uso una palabra demasiado amable) sobre la violencia en los videojuegos, algo tan absurdo y anacrónico como discutir sobre la supremacía racial de los Pokemon sobre los Digimon. El tráiler me pareció una obra maestra a su manera, ya que logró exactamente lo que se proponía y encendió los ánimos dándole una publicidad a un juego que al final, no merece tanta atención. Lo cierto es que no esperaba gran cosa de un juego cuya única baza para venderse, y eso se ha reconocido desde Destructive Productions, es la polémica. Pero tampoco quería discriminarlo. En el fondo pensaba que quizá este juego, a través de la violencia, seria capaz de hablar sobre el tratamiento de la misma en los videojuegos o hacer una crítica social. Mi prueba para esto es Hotline Miami, un juego que, estoy convencido, habría sido visto hace años como otro shooter arcade de recreativa al más puro estilo Metal Slug, pero que en realidad realiza un comentario sobre el gusto por la violencia de los jugadores a través de todos sus elementos: diseño jugable, apartado visual, banda sonora…Oh, dulce ignorancia.
Spec-Ops nos pilló a todos con la guardia baja ¿Podría este juego realizar un comentario de la misma talla? Ya quisiera...
Hatred es un juego vacío. Una cáscara pretenciosa que no logra prácticamente ningún objetivo destacable y que fracasa en todos y cada uno de los aspectos. No solo a nivel intelectual no ofrece nada ni pretende hacerlo, es que hasta en un nivel básico, como es el entretenimiento o la descarga de frustración de un dia de trabajo, lo hace mal. En su primera capa el juego es básicamente un shooter con vista isométrica dividido en secciones de mapa abierto en la que tenemos que matar un cupo de personas, si acaso con objetivos aparte para darnos vidas extra para ese nivel. Matar es el vehículo de avance del juego y el eje del entretenimiento de su propuesta, tratando de ser todo lo agresivo posible. Tenemos el escenario en blanco y negro que únicamente colorea el fuego, la sangre o las luces de neón, una música grave y lenta y los constantes chillidos de los viandantes con todo un elenco de frases que recalcan lo monstruoso de nuestra obra, pidiendo misericordia y recordándonos que tienen familia. Los primeros niveles del juego sin duda son los mejores porque hasta ese momento la violencia es medio capaz de ocultar los defectos que tiene el juego. Luego, la propia naturaleza del juego se vuelve en su contra, junto con varias decisiones del juego bastante inadecuadas.
La optimización por cierto es bastante pobre.
Suponiendo que este fuera un juego que pretende hacer que nos sintamos poderosos, lo cierto es que es una propuesta en la que el juego se contradice. El Eddy Riggs misántropo que controlamos es un personajes físicamente más débil de lo que parece y este es un juego que muy pronto nos va a enfrentar a hordas de enemigos que aguantan medio cargador de un arma antes de caer y tienen una puntería notablemente buena. La principal consecuencia que esto trae consigo es que ralentiza el ritmo de juego. En lugar de ser una máquina de matar imparable, de pronto tenemos que adoptar una mentalidad de juego con coberturas y estar en retirada constante porque nuestra barra de vida es no regenerativa y estamos constantemente rodeados por enemigos que nos superan en armamento y a veces atacan desde más allá del límite de visión de la cámara.Es el mismo fallo de diseño que encontré con Wolfenstein the New Order, ya que el juego nos mete en una piel demasiado vulnerable como para permitir que nos sintamos poderosos, incluso en su dificultad más baja. Siendo un título con un diseño jugable tan arcaico no me habría importado algún elemento que m permitiera aguantar el fuego enemigo más allá de unos chalecos antibalas que aguantan muy, muy poco, como un “modo ira”, vida regenerativa o botiquines que pueda llevar conmigo y usar con un solo botonazo. Para regenerar la vida hay que ejecutar personas, lo cual casa con el propósito del juego pero tiene dos problemas. El primero es el modo en el que afecta al ritmo del juego y el segundo es que dejo de ver a las personas como objetivos a los que odiar y abatir y se convierten en recursos necesarios para mi supervivencia, que no para mi diversión.Además, la cámara isométrica no es rotable,lo que ocasiona problemas a la hora de visualizar las líneas de tiro de personaje,de los enemigos y nos entorpece. Y ya que entramos en el terreno del tratamiento de la violencia, toca hablar del que para mí es, junto con su temprana monotonía, el mayor defecto del juego.
A la quinta vez que ves esta imagen ya pues como que cansa.
Hatred no es lo suficientemente violento. Tal cual. Hatred es un juego que, en esencia, quiere llamar la atención juntando todos los elementos que les sea posible para ofrecer una experiencia chocante pero por cada aspecto que parece que va en la buena dirección, sale otro que malogra su propósito y algunos de estos de hecho tienen que ver con un tratamiento de la violencia que trata de ser tan grotesco que le resta realismo y por ello, credibilidad. La paleta de colores y algunas animaciones están bien, pero por otro lado, el avatar que controlamos, quien se supone, debería dar miedo, da risa cuando abre la boca para decir frases tan ridículas que lejos de intimidar, resultan patéticas. Tampoco pienso que el personaje debiera de gozar de un guión, ni siquiera para explicar sus motivaciones, pienso que un personaje mudo habría dado mucha mejor imagen como una criatura ajena al resto del mundo, más siniestra e incapaz de tener contacto con otras personas. Las animaciones de ejecución podría pensar que son acertadas, poco estilizadas y duras de ver, pero se repiten tanto que a corto plazo pierden impacto, resultan repetitivas y para colmo, poco realistas. Una persona no puede reventar la cabeza de otra a pisotones. Y para colmo, esto hace que el capullo del protagonista hable. En última instancia, es criminal que un juego que debería ser una montaña rusa de sentimientos de asco y repugnancia (o de satisfacción) por tanta violencia gratuita resulte siendo aburrido.
¿Cómo la tienes que cagar para hacerme bostezar con imágenes como esta?
En su subtexto, este es un juego al que no le he logrado ver casi absolutamente nada de substancia. Este podría haber sido un comentario sobre muchas cosas, una especie de Bowling for Columbine hecho juego, pero no se esfuerza de forma notable por hacer ningún tipo de comentario. No hay mención de un sistema que abre una brecha insalvable entre ricos y pobres o de cómo la sociedad es alienante para determinados sectores o de hasta qué punto nos hemos convertido en una masa carente de valores. La narrativa ambiental y los objetivos secundarios pueden dar un par de pinceladas pero no logran salvar el conjunto. Un nivel del juego logra expresar algo de forma sutil, a través de sus objetivos secundarios, que incluyen destruir una exposición de armas, quemar un banco, matar a un político y exterminar a los asistentes de una tienda de productos electrónicos en la presentación de su nuevo modelo y por ninguna razón aparente, el personaje sí ve a color la bandera de los Estados Unidos, junto con la sangre o el fuego, lo que quizá, si tengo que ser muy permisivo, podría verlo como una asociación de dicho país con la violencia y, con esa selección de objetivos secundarios, su obsesión por el consumismo o las armas. Con todo, es un discurso muy vago y muy ocasional como para salvar un juego que, de querer verdaderamente hacer un comentario sobre estos temas no tropezaría tanto con un personaje del que no sabemos nada o niveles de relleno. Creo que de verdad había potencial tras la idea de Hatred y que más de uno en Destructive Productions tenía la intención de hacer algo inteligente, pero al final, esto es lo que hay.
Este juego podría haber dado de sí un discurso más que interesante.Estoy atacando un mitin político !Algo podría haber sacado de ahí¡
Hatred es, al final, postureo puro. Un matón de colegio que se cree más duro que las piedras pero solo resulta ridículo y provoca vergüenza ajena. Este es un juego que no solo no recomiendo porque pienso que es una completa pérdida de tiempo, sino al que he llegado a coger verdadero asco porque intencionadamente busca prosperar a base de devolver a los videojuegos a una época en la que solo eran matamarcianos y según algunos, amenazaban la integridad moral de los jóvenes. No resulta ingenioso ni satisfactorio, es un producto diseñado para causar un shock tan artificial como las copias de los juegos de Slender y ser jugado por su mismo público: youtubers. Sinceramente, leer este análisis es todo el tiempo que recomiendo que le dediquéis en vuestra vida a esta porquería porque además supone un paso atrás tan grande en la madurez del medio que nadie debería prestarle atención con tal de evitar que vuelvan a salir juegos así.No por la violencia,sino por su infantilismo.